DC (1786-88)

La labor lexicográfica de Esteban de Terreros (1707-1782) se plasma en su Diccionario castellano con las voces de ciencias y artes y sus correspondientes en las tres lenguas francesa, latina e italiana (1786-88) y la continuación de dicha obra, Los tres alfabetos francés, latino e italiano con las voces de ciencias y artes que le corresponden en la lengua castellana (1793).

En el lexicógrafo jesuita confluyen muchos de los rasgos ideológicos propios de su época. Sus pretensiones fueron inicialmente modestas, como se desprenden de sus determinaciones. Con ese camino parece seguir los consejos que vierte Santiago Ramón y Cajal en sus ya conocidas Reglas contra los megalófilos: «abordar primero los pequeños problemas para acometer después, si el éxito sonríe y las fuerzas crecen, las magnas hazañas de la investigación» (1991 [1897]: 96). Sus cualidades como lexicógrafo le sirvieron para confiar en la viabilidad de su proyecto. Si, gracias a la confianza en dichas cualidades, decide emprenderlo en solitario, no hay que entender este comportamiento como una osadía o un desprecio a labores corporativas como la que en aquel momento estaba llevando a cabo la Real Academia Española. Más bien hay que insistir en la presencia de una posible utilidad pública en la consecución de su proyecto: «[S]i pise la raya ó pasé los términos de la imprudencia, fué por sacrificarme por el bien del Estado, por la utilidad de mis compatriotas y por el lustre y extensión de sus luces, de su conocimiento y lenguaje» (Terreros 1786: xj, § 14).

Las voces de especialidad en el DC (1786-88) pertenecen a campos muy diversos, de una riqueza extraordinaria. A ello hay que sumar las de otra naturaleza, como las que su autor recoge de la profusa tradición lexicográfica que consultó.